La intervención de destacados ejecutivos de negocios estadounidenses en la política cultural partidista es un evento importante, y nos preguntamos cuántos de estos directores ejecutivos han reflexionado sobre las implicaciones. Es decir, se enfrentan a los intereses de sus propios accionistas.
Las empresas han buscado durante mucho tiempo influir en las políticas que afectan a sus negocios, y con razón. Tienen el derecho de la Primera Enmienda a presentar una petición al gobierno. Y a medida que el alcance del estado ha crecido, el éxito o el fracaso de una empresa o industria puede depender de la derrota de los depredadores políticos en Washington o en las capitales de los estados. Ojalá fuera de otra manera, pero esta es la realidad de hoy.
La intervención del CEO en la ley electoral de Georgia es diferente. Se trata de un asunto que no afecta directamente a Coca-Cola o Delta Airlines, por citar a dos empresas cuyos ejecutivos condenaron la nueva ley. En cambio, los directores ejecutivos se están metiendo en un acalorado debate sobre la ley electoral y la tensión entre el acceso al voto y la integridad.
Se trata de las reglas de la política y significa tomar partido en un debate entre los intereses electorales de los dos partidos. Los republicanos en Georgia endurecieron lo que consideraban reglas flexibles que se adaptaban a las circunstancias especiales de la pandemia. Los demócratas afirman que las reglas son demasiado restrictivas y quieren estigmatizarlos como “Jim Crow 2.0” para ayudarlos a aprobar una ley electoral nacional (HR1) que impondría las reglas de votación que prefieren.
Este es el tipo de pelea que la mayoría de los directores ejecutivos suelen evitar por ser demasiado polarizante, e incluso los grupos de presión empresariales como la Cámara de Comercio tienden a mantenerse alejados. No esta vez.
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