Sesenta y siete juegos repartidos en seis arenas. Cientos de jugadores, entrenadores y oficiales repartidos por media docena de hoteles. Y 68 equipos, todos aislados entre sí cada segundo del día, excepto esos 40 minutos en el reloj del partido.
“Cuando se condensan 14 sitios en uno y se reúnen 68 equipos para jugar 67 partidos en tres semanas, es un desafío logístico”, dijo Dan Gavitt, vicepresidente senior de baloncesto de la NCAA. “Pero es emocionante y lo hemos acogido”.
El torneo masculino, que comienza el jueves, generalmente se lleva a cabo en 14 ciudades de todo el país. El año pasado, el evento fue cancelado por completo, frustrando los sueños del campeonato y costándole a la NCAA y sus escuelas miembros cientos de millones de dólares en ingresos perdidos. Este año se llevará a cabo por completo en Indianápolis y sus alrededores, un evento de 19 días cuidadosamente coordinado y muy examinado en un momento en que los casos de coronavirus, aunque disminuyen, son varias veces más altos que cuando se eliminó el torneo hace un año. No será una “burbuja” estricta, per se, pero los organizadores están llamando al torneo un “ambiente controlado”, ya que esperan limitar la exposición al coronavirus y sofocar cualquier posible brote.