El 12 de agosto, el autor Salman Rushdie fue apuñalado varias veces en el escenario de un festival literario en el estado de Nueva York. Afortunadamente, ha sobrevivido, aunque sufrió lo que parecen ser lesiones que le cambiaron la vida.
Rushdie es autor de 14 novelas, la más famosa Los versos satánicos (1988). Una epopeya de realismo mágico en expansión, el libro provocó indignación entre los musulmanes de todo el mundo debido a sus representaciones veladas del profeta Mahoma.
Tras su publicación, estallaron protestas en la India, la novela fue prohibida y las imágenes de la quema de libros se difundieron ampliamente en todo el mundo. Manifestaciones similares tuvieron lugar en el Reino Unido, en lugares con grandes poblaciones musulmanas como Bolton y Bradford.
El 14 de febrero de 1989 (una fecha que Rushdie ha descrito sarcásticamente como su “San Valentín sin gracia”), el ayatolá Jomeini de Irán emitió una fatwa (o decreto) contra Rushdie, pidiendo su asesinato. El “asunto Rushdie” se convirtió en noticia de primera plana en todo el mundo y el autor se vio obligado a esconderse durante la mayor parte de la década de 1990.
Por el momento, no es posible comentar los motivos específicos del atacante de Rushdie, Hadi Matar, que son objeto de una investigación judicial. Sin embargo, podemos comenzar a considerar críticamente la mejor manera de responder a este inquietante incidente, que ha tardado tanto en gestarse.
Variaciones de ofensa
Es difícil pensar en otra novela sobre la que se haya derramado tanta sangre. La cobertura de noticias de la novela de Rushdie ha tendido a enfatizar su descripción del profeta Mahoma como la causa principal de la ofensa. Sin embargo, fuera de los titulares, el debate académico medido sobre la blasfemia percibida del texto ha continuado durante más de 30 años.
El teórico poscolonial Homi K Bhabha sugirió de manera influyente que el elemento más subversivo de la novela no es su aparente descripción de Mahoma, sino la ubicación del material sagrado del Corán en el contexto secular de una novela. Esta traducción cultural desafía la creencia islámica de que el Corán es la palabra intraducible de Dios.
Mientras tanto, la estudiosa de la religión, Karen Armstrong, ha explorado el trasfondo teológico del libro. Rushdie se basa en un segmento controvertido de la tradición coránica a veces denominado “los versos satánicos”. En estos versículos, se alega que el profeta Mahoma se esforzó por distinguir claramente entre el engaño diabólico y la revelación divina. Los versos son controvertidos porque arrojan dudas sobre la infalibilidad de Mahoma.
Como ha argumentado el crítico literario Anshuman Mondal, el encuadre del asunto Rushdie y sus consecuencias en los medios ha sido a veces problemático. Las representaciones de la novela como un campo de batalla entre la libertad de expresión y el fundamentalismo musulmán desmienten una negativa a comprometerse seriamente con una realidad que es más compleja. Lo que se pierde en esta caracterización es el hecho de que muchos lectores musulmanes tienen puntos de vista conflictivos y multifacéticos sobre Rushdie y su texto.
Libertad de expresión versus ‘fundamentalismo’
Hasta ahora, los comentarios públicos sobre el apuñalamiento han expresado de manera abrumadora y correcta su preocupación por el bienestar de Rushdie. También ha habido condena incondicional a su agresor. Simultáneamente, algunos de estos comentarios han comenzado a enmarcar el incidente usando el binomio familiar libertad de expresión versus fundamentalismo.
El ataque fue sin duda un asalto a la libertad de expresión. Sin embargo, estudios recientes sobre islamofobia nos advierten que un afán colectivo por centrarse en el extremismo islámico puede prestarse a una percepción del mundo en la que el liberalismo de estilo occidental se enfrenta de manera simplista a la “barbarie” religiosa, y especialmente musulmana. Este tipo de visión del mundo, advierten además los académicos, puede conducir a un aumento de la discriminación hacia los musulmanes.
Por horrible que haya sido este incidente, es vital evitar la retórica hiperbólica sobre un “choque de civilizaciones”. También debemos tener cuidado con adoptar el tipo de fundamentalismo de la libertad de expresión que figuras francesas de extrema derecha como Éric Zemmour y Marine Le Pen han explotado tras los ataques de Charlie Hebdo de 2015.
El académico de estudios de medios Gavan Titley ha argumentado que la evocación de la “libre expresión” en el discurso liberal reciente ha servido con demasiada frecuencia para permitir el racismo. “Un enfoque totalmente hegemónico en la ‘integración’ musulmana”, escribe, “se presenta como el equivalente a tomar una posición contra la iglesia católica del siglo XIX o el totalitarismo estalinista”. Como han sugerido durante mucho tiempo los estudiosos de los escritos de Rushdie, es necesario defender la libertad de expresión sin reducirla a la caricatura.
En nuestras legítimas proclamaciones sobre la libertad de expresión en respuesta a este ataque, haríamos bien en recordar uno de los motivos centrales de Los versos satánicos: “¿Qué es lo opuesto a la fe? No la incredulidad. Demasiado definitivo, seguro, cerrado. En sí mismo una especie de creencia. Duda.
Daniel O’Gorman no trabaja, consulta, posee acciones ni recibe financiamiento de ninguna empresa u organización que se beneficiaría de este artículo, y no ha revelado afiliaciones relevantes más allá de su cargo académico.