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KISELYOVSK, Rusia — En octubre, el presidente Vladimir Putin prometió que Rusia se convertiría en carbono neutral para 2060, una ambiciosa promesa para el cuarto mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo y una economía que depende en gran medida de los combustibles fósiles.
Pocos estaban tan sorprendidos por el anuncio de Putin como los residentes de Kiselyovsk, una ciudad a la que llaman “Valle de la Muerte” debido a las minas de carbón a cielo abierto que arrojan gases nocivos y polvo de carbón, dejando el aire acre y los niños enfermos.
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