La OTAN se prepara para un presidente más amigable, y cambió a uno escéptico

Trump tenía dos instintos que iban en contra de la historia de la participación de Estados Unidos en organizaciones como la OTAN. Sintió que otros países, como las naciones europeas o Corea del Sur, se estaban aprovechando del ejército estadounidense, y que las obligaciones financieras resultantes deberían compensarse con reducciones o un aumento de la financiación de nuestros aliados. Ese fue el otro instinto que Trump no compartió, por cierto: no expresó mucho interés en las alianzas históricas o el valor que ofrecían. Obtuvo una reacción diferente de personas como el presidente ruso Vladimir Putin (cariñoso, generoso) que los líderes de los socios reales de Estados Unidos, para quienes no se presume que la congraciación sea un ejercicio necesario. Así que la OTAN, una alianza internacional que depende desproporcionadamente de Estados Unidos, no era su favorita. (Que tampoco fue el favorito de Putin será una coincidencia que los historiadores deben decidir).