Las conversaciones sobre control de armas entre Irán y las grandes potencias se reanudan el lunes con una ausencia notable. Ante la insistencia de Teherán, la delegación de Estados Unidos no tendrá un asiento en la mesa; sus miembros deben esperar en una antecámara para recibir información de los europeos. A los mulás siempre les ha gustado humillar a los estadounidenses, en particular a aquellos ansiosos por demostrar sus benevolentes intenciones. Estas negociaciones rendirán poco, sin importar cuánto dinero libere Washington o cuán ardientemente los funcionarios de la administración de Biden describan las conversaciones de seguimiento como pasos importantes hacia una solución diplomática.
Las ambiciones atómicas del régimen clerical seguirán progresando rápidamente porque la administración de Estados Unidos no tiene la intención de intentar rescindir lo que concedió el acuerdo nuclear del presidente Obama: el desarrollo de centrifugadoras de alto rendimiento y fáciles de ocultar, la clave para un programa de bombas imparable. La República Islámica ha demostrado una asombrosa capacidad para promover sus aspiraciones y destripar las líneas rojas estadounidenses con impunidad.
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