El sesenta por ciento de los jóvenes encuestados por la Universidad de Bath el año pasado informaron estar “extremadamente” o “muy” preocupados por la crisis climática. Más de la mitad dijo que los hace sentir “miedosos, tristes, ansiosos, enojados, impotentes, indefensos y/o culpables”. Afortunadamente, en los Estados Unidos, las preocupaciones sobre el cambio climático y el medio ambiente tienden a ir de la mano con puntos de vista liberales sobre todo, desde el aborto hasta la inmigración. Pero eso no es algo que deba darse por sentado.
Las fantasías racistas paranoicas del declive nacional que tejen personas como Carlson, JD Vance y otras luminarias republicanas “populistas” ofrecen una bolsa de sorpresas de marcos ideológicos que los espectadores pueden mapear en su propio conjunto de preocupaciones. Estadísticamente hablando, eso incluirá la crisis climática, ya sea que el aumento de las temperaturas sea o no un foco central. A medida que esa crisis se vuelve inevitable para más y más personas en los EE. UU., que ya están lidiando con el calor extremo y el aumento de las temperaturas, es lógico que crezcan las filas de extremistas ambientales de derecha. Republicanos destacados también han hecho que las armas estén ampliamente disponibles para ayudar a estos extremistas a actuar según sus creencias a medida que el mundo se calienta.
Carlson ha coqueteado casualmente con el ecofascismo en los últimos años; después de todo, es un breve salto conceptual tanto de la teoría del gran reemplazo como de la supremacía blanca común y corriente que bien podría ser la línea del partido republicano. “¿No es abarrotar tu país”, reflexionó Carlson en 2019, en una conversación con Justin Haskins del Heartland Institute, “la forma más rápida de despojarlo, contaminarlo, convertirlo en un lugar en el que no te gustaría vivir?”