En los últimos meses, Perú se ha visto afectado por una ola de violencia contra conductores de autobuses y empresas de transporte, principalmente en la capital, Lima. Esta creciente crisis ha revelado el control generalizado que las bandas extorsionistas ejercen ahora sobre el sector del transporte del país, obligando a las empresas y a los conductores a operar bajo la constante amenaza de violencia.
Cómo el crimen organizado se está apoderando de las carreteras de Lima
Los sindicatos del crimen organizado en Lima están extorsionando a las empresas de transporte, exigiendo tarifas de protección a cambio de su seguridad. Quienes se niegan a pagar se enfrentan a consecuencias brutales. Los delincuentes, a menudo en motocicletas, han disparado contra autobuses, incluso cuando transportan pasajeros. Esta implacable campaña de violencia ha provocado un aumento en las muertes, incluidos los asesinatos de conductores de autobuses que están atrapados en el fuego cruzado de este mortal negocio de extorsión.
Como SeguroLatam Según informes, las ganancias de la extorsión en Perú ahora han superado los ingresos de otras actividades ilegales como el tráfico de drogas, la trata de personas y la minería ilegal. La prevalencia generalizada de estos esquemas ha dejado a las empresas de transporte sin otra opción que pagar o enfrentar represalias violentas. La frase “plomo o plata” -que significa “plomo o plata”- se ha convertido en un escalofriante ultimátum. En la jerga peruana, “plata” se refiere a dinero en efectivo, lo que deja claro que quienes no pagan pueden esperar violencia, a menudo en forma de disparos (“plomo”).
Un peaje mortal: los conductores temen por sus vidas
El costo para el sector transporte del Perú ha sido inmenso. De acuerdo a El Paíssólo este año se han perpetrado 14 ataques contra conductores de autobuses, de los cuales tres conductores han perdido la vida. Martín Valeriano, presidente del Sindicato del Transporte, ha expresado su opinión sobre la falta de acción del gobierno en respuesta a estos asesinatos. “Sicarios, extorsiones y tasas de protección… ¿Cuál es la respuesta del gobierno a todo esto? Hay una inacción total”, dijo Valeriano. Francia 24. Su frustración refleja el sentimiento más amplio de quienes trabajan en la industria, que se sienten abandonados por un gobierno que parece incapaz o no dispuesto a protegerlos de estas empresas criminales.
Las protestas paralizan la capital
Un jueves de finales de septiembre, Lima quedó paralizada cuando 3.000 vehículos dejaron de operar como parte de una protesta masiva contra la violencia en curso. Los trabajadores del transporte salieron a las calles exigiendo la intervención del gobierno para detener la extorsión, que se ha convertido en una parte diaria de sus vidas. Los manifestantes portaban carteles que expresaban sus miedos y frustraciones. Uno de ellos decía: “El transporte está en crisis, Ministro del Interior, ¡exigimos protección ahora!”. mientras que otro afirmó: “Señorita Presidenta, ¡queremos vivir sin miedo!”.
Como La República Lo más destacado es que la huelga causó disturbios generalizados en Lima, donde sólo el 16% de los residentes poseen automóviles privados. Con los autobuses fuera de servicio, los estudiantes y trabajadores quedaron varados, lo que obligó a las escuelas públicas a cerrar temporalmente y a las empresas a pedir a los empleados que trabajaran de forma remota. Los hospitales y otros servicios esenciales también sintieron el impacto, ya que el personal tuvo dificultades para llegar a sus lugares de trabajo, lo que supuso una presión adicional para los servicios públicos, que ya estaban al límite.
¿Una solución temporal o una mayor opresión?
En respuesta a las protestas y la creciente violencia, el gobierno peruano declaró un estado de emergencia de dos meses en varios distritos de Lima, efectivo desde el 27 de septiembre hasta el 25 de noviembre, según informó El Peruano. El estado de emergencia otorga al ejército y a la policía amplios poderes para mantener el orden interno. Las medidas incluyen la suspensión de ciertos derechos constitucionales, como la libertad de reunión y la libertad de movimiento, y restricciones a la seguridad personal y la inviolabilidad del domicilio. El gobierno espera que estas acciones extremas sofoquen la violencia y restablezcan algo parecido al orden en las calles de Lima.
Sin embargo, esta respuesta ha sido recibida con escepticismo por muchos en el sector del transporte. Si bien la presencia del ejército puede disuadir algunas actividades de las pandillas en el corto plazo, muchos temen que ayude poco a abordar el problema subyacente de la extorsión y la corrupción. Existe una creciente preocupación de que estos poderes de emergencia puedan extenderse más allá de los dos meses iniciales, creando un entorno de mayor vigilancia y restricción que afecte desproporcionadamente a los ciudadanos y empresas respetuosos de la ley.
2024-10-13 17:03:00
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