Serpenteando bajo nuestros pies, en todo Estados Unidos, hay cientos de miles de millas de túneles oscuros y húmedos. Estos canales de aguas residuales y pluviales son, según quienes los exploran para ganarse la vida, hogar de todo tipo de peligros, incluyendo criaturas (ratas y caimanes), obstrucciones (“fatbergs” y depósitos minerales) y gases venenosos lo suficientemente concentrados como para comer a través del hormigón.
Evitar que esas viejas arterias subterráneas derramen su contenido tóxico es enormemente complicado y cuesta decenas de miles de millones de dólares al año más de lo que las ciudades estadounidenses pueden pagar. Es por eso que las ciudades y los contratistas de servicios de los que dependen están implementando una variedad de herramientas tecnológicas que cuentan con el potencial de explorar, diagnosticar y reparar sistemas de alcantarillado de formas nuevas y más asequibles.
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