Los gobiernos de EE. UU., Europa y otras naciones desarrolladas se están embarcando en un experimento de cambio climático: utilizar aranceles sobre el comercio para reducir las emisiones de carbono. La idea tiene el potencial de reescribir las reglas del comercio global.
Los responsables políticos de ambos lados del Atlántico están apuntando al acero, los productos químicos y el cemento. Las tarifas darían una ventaja competitiva a los fabricantes en países donde las emisiones son relativamente bajas.
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