Después de su precio y ambición progresista, la característica más significativa de la nueva agenda demócrata es cómo busca trasladar los poderes centrales de formulación de políticas de las legislaturas estatales a Washington. La Cámara de Representantes ya aprobó un proyecto de ley que federalizaría las reglas electorales y otro que anularía las leyes estatales sobre el derecho al trabajo sobre la afiliación sindical. El proyecto de ley de alivio de Covid, ahora ley del país, incluye controles sin precedentes sobre la capacidad de los estados para establecer políticas fiscales.
Ohio recientemente impugnó las restricciones de reducción de impuestos en un tribunal federal, y el miércoles 13 otros estados, encabezados por el fiscal general de Virginia Occidental, Patrick Morrisey, hicieron lo mismo. Vale la pena observar los desafíos por su impacto económico y porque ofrecen una vista previa de cómo el sistema judicial podría mediar en las contradicciones entre el federalismo constitucional y el nuevo monstruo progresista.
El proyecto de ley del Plan de Rescate Americano distribuye $ 350 mil millones a los gobiernos estatales y locales, pero incluye una disposición de que los estados no pueden usar los fondos para “compensar directa o indirectamente” las reducciones de impuestos. Lo que eso significa en la práctica no está claro, y la nueva demanda argumenta que el lenguaje “es inadmisiblemente demasiado amplio, inadmisiblemente vago o ambos”.
La doctrina anti-comandancia de la Corte Suprema impone limitaciones estrictas sobre cuánto puede apoyarse el Congreso en los estados para promulgar sus políticas favoritas. Hay una sencilla razón democrática pequeña para esto: los votantes necesitan saber a quién dar crédito o culpar por las leyes bajo las que viven. El escrito cita un fallo de la Corte Suprema de 2018 que dice que “si un Estado impone regulaciones solo porque el Congreso le ha ordenado que lo haga, la responsabilidad se desdibuja”. Eso pone arena en los engranajes del sistema federalista.
La demanda también explica que los fondos de Washington son demasiado importantes para que los estados los rechacen o recauden por su cuenta. La participación de Virginia Occidental asciende a una cuarta parte de sus ingresos de 2021. Es el 21% para Alabama y el 29% para Arkansas. “Esta ‘elección’ forzada”, de aceptar o no la ayuda federal después de una crisis económica, “obliga a los estados a aplicar regímenes de política fiscal en interés del Congreso, no de sus electores”, dice la demanda.
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