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Inmediatamente después de la erupción y el tsunami, se temía que las fuentes de agua hubieran sido contaminadas por la espesa capa de ceniza, aumentando el riesgo de enfermedades como el cólera y la diarrea. Sin embargo, los funcionarios señalaron que las pruebas en los últimos días habían aclarado que el agua subterránea y el agua de lluvia eran seguras para beber.