En medio de las colinas cubiertas de brezos, no lejos de la costa azotada por el viento, aparece de repente en una curva de la carretera la cervecería BrewDog. Sus torres plateadas, que pueden almacenar el equivalente a 600.000 latas de cerveza, brillan bajo el sol poniente del noreste de Escocia. Están rodeados por varias naves industriales, algunas cubiertas con etiquetas de pulpos gigantes, otras con el logo de la marca: un perro lunar sobre un fondo de cresta.
El contraste con los inicios de la empresa es sorprendente. “Solo teníamos 50.000 libras esterlinas, que logramos juntar dolorosamente pidiendo prestados 30.000 libras esterlinas al banco, y tuvimos que instalarnos en un polígono industrial medio deteriorado al norte de Aberdeen, con tanques de fermentación de segunda mano y contenedores de plástico comprados en el local. centro de jardinería”, cuenta su cofundador James Watt, mientras camina junto a una de las grandes tinajas de acero inoxidable en las que hierve a fuego lento una sopa marrón cubierta de una fina capa espumosa.
