Empresas y conservacionistas luchan por las profundidades del mar

Entre México y Hawaii, en el fondo del Océano Pacífico, se encuentra la Zona Clarion-Clipperton. Esta llanura abisal se extiende sobre 2,3 millones de millas cuadradas, más de la mitad del tamaño de los Estados Unidos contiguos, y se hunde a profundidades que superan las 3 millas en algunos lugares. El agua aquí está justo por encima del punto de congelación y no llega la luz del sol. Sin embargo, para miles de especies de las que los científicos no saben casi nada, este extraño paisaje es un hogar feliz… por ahora.

Las criaturas en la CCZ son nada menos que extrañas: criaturas con largos tentáculos que se asemejan a estrellas fugaces, gusanos erizados que parecen estar hechos de cristales de hielo y un pepino de mar apodado “la ardilla gomosa” debido a su color translúcido y dulce. Color amarillo y vela en forma de cola. Cada una representa una pequeña fracción de las 5.142 especies sin nombre anunciadas en mayo en la revista Current Biology.

Hay algunas advertencias clave sobre esa cifra (algunas de esas criaturas no identificadas podrían pertenecer a la misma especie, por ejemplo), pero, en última instancia, “alrededor del 90 por ciento de la diversidad del área es nueva para la ciencia”, dice Muriel Rabone, una biólogo del Museo de Historia Natural de Londres y autor principal de esta primera lista de animales en la CCZ.

Sin embargo, de vuelta en tierra, un debate en curso sobre la minería en aguas profundas amenaza con trastocar este mundo oculto. La concentración inusualmente alta de nódulos llenos de metales en el fondo marino de la región la convierte en una perspectiva minera atractiva; Estos nódulos han crecido a lo largo de millones de años, a medida que metales como el manganeso, el hierro y el cobalto se disiparon del agua de mar y se adhirieron a pequeños fragmentos de concha o hueso. “Es uno de los procesos geológicos más lentos que se conocen”, afirma Rabone.

Los trozos del tamaño de una papa podrían ayudar a alimentar la creciente demanda de baterías recargables en automóviles eléctricos y otros aparatos electrónicos, aunque, tal vez, a un costo. La minería en aguas profundas aún no ha comenzado en ninguna parte, pero las herramientas en ciernes incluyen robots equipados con inteligencia artificial que seleccionan y atrapan nódulos o bombas de dragado que agitan los sedimentos y succionan los nódulos de regreso a la superficie.

Se desconoce la huella de carbono potencial de tales actividades, dice Rabone, y podría incluso superar los beneficios propuestos de los vehículos eléctricos para frenar el cambio climático. “La gente no sabe cuál será el riesgo ambiental ni cuál será el riesgo socioeconómico asociado”, afirma.

Para remediar esta falta de conocimiento, científicos como Rabone han trabajado durante las últimas décadas para estudiar la vida que se encuentra en las profundidades del mar, con el objetivo de aprender qué vive, dónde y cómo interactúan las diferentes poblaciones. Debido a que la CCZ es demasiado profunda para una fácil exploración humana, los investigadores recurren a los sacamuestras de caja: estos artilugios de acero inoxidable toman muestras de sedimento del fondo marino y las devuelven a los científicos que esperan en los barcos arriba.

“Caminamos todo el barro, observamos todos los nódulos, observamos todos los animales en los nódulos, tomamos fotografías, catalogamos todo”, dice Rabone. El estudio de mayo recopiló resultados de misiones similares realizadas en los últimos años.

Stefanie Kaiser, bióloga del Instituto de Investigación Senckenberg y del Museo de Historia Natural de Alemania, también estudia la vida en la ZCC. Aunque no participó en el artículo reciente, cree que la estimación de nuevas especies es conservadora. Y el hecho de que no sepamos casi nada sobre estas criaturas, o lo que hacen por el planeta, es la razón por la que debemos protegerlas, añade.

Según las leyes actuales, el 54 por ciento de las profundidades del océano –incluida la ZCC– se considera “patrimonio común de la humanidad”, y no está disponible para la minería hasta que se establezca un código para mitigar el daño ecológico y garantizar el reparto global de la riqueza generada. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, que estableció esta regla, establece además que si no se llega a un código dentro de los dos años posteriores a que un país presente una propuesta para explotar esta área, la minería puede comenzar.

Y en el verano de 2021, la nación oceánica Nauru, junto con la empresa minera canadiense The Metals Company, solicitaron hacer precisamente eso en la CCZ. A partir del 9 de julio de 2023, sin ningún código acordado y el período de espera expiró, la región quedó, al menos teóricamente, abierta a los negocios. Más tarde ese mes, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, un organismo regulador de la ONU, pospuso la posibilidad de minería hasta 2024 como muy pronto.

Rabone espera que más estudios informen e incluso moderen estos intereses. Señala que los investigadores han aislado compuestos anticancerígenos de esponjas en el pasado y que los animales de la CCZ algún día podrían proporcionar beneficios similares. “Lo que potencialmente perdemos si extraemos”, dice, “es una pregunta importante que debemos hacernos”.


Esta historia se publicó originalmente en nuestra edición de enero y febrero de 2024. haga clic aquí suscribirse para leer más historias como esta.

2023-12-13 00:00:00
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