Reseña de la segunda temporada de Sherwood: aún más fascinante que la obra maestra original | Drama

El asesino es Ryan Bottomley (Oliver Huntingdon), un veinteañero con problemas que ha tenido que ser excluido de su familia: su madrastra Pam (Sharlene Whyte) y su hermana Stephie (Bethany Asher), que ahora viven con el hermano de Pam, Dennis (David Harewood). Se ven envueltas, de forma devastadora, en los terribles acontecimientos que se desarrollan con toda la precisión, gravedad e inevitabilidad de una tragedia griega. Lo mismo ocurre con el sustituto de Ian en la fuerza, el agente Harry Summers (Michael Balogun), que investiga el asesinato de Branson mientras evidentemente corre el riesgo de verse consumido por algún trauma del pasado.

Lorraine Ashbourne en la segunda temporada de Sherwood. Fotografía: Sam Taylor/BBC/House Productions

Todo esto se produce en el contexto de la posible reapertura de la mina local. Un paso atrás, en la mente de la mayoría, con el potencial de reabrir heridas que apenas estaban comenzando a sanar; una oportunidad que cambiará la vida de regenerar la zona, según Samuel Warner (Robert Emms) y su padre, Franklin (Robert Lindsay, en caso de que necesites que te recuerde que Graham es el heredero de Alan Bleasdale), los empresarios que encabezan la campaña.

Todo lo que hizo que Sherwood fuera grandiosa la primera vez sigue estando presente (incluida Lesley Manville, que regresa como la viuda Julie Jackson). Lo personal se pliega a lo político y viceversa, un mundo específico que el escritor conoce a fondo se vuelve universal y convincente para todos, y todo parece suceder de manera orgánica, discreta y brutalmente convincente. Esto se debe simplemente a que en casi todo momento sabes que así es como estas personas, estos personajes que Graham ha conjurado con tanto amor, cuidado y talento, pensarían, hablarían y actuarían. Hay ocasionales incursiones en la agitación y propaganda (destaca un discurso torpe sobre la falta de inversión en los jóvenes y la reincidencia resultante) y una escena entre Dennis y el detective traumatizado Summers sobre un tesoro perdido parece exagerada, pero esto es una nimiedad del más alto (o más bajo) orden.

Al igual que el original, está repleto de brillantes interpretaciones. La vieja guardia (Manville, Morrissey, Ashbourne) sigue impecable. Y las nuevas incorporaciones, desde incondicionales como Harewood, Dolan y Dillane hasta relativamente nuevos como Huntingdon (que irradia una mezcla de dolor, necesidad y furia peligrosa que te hace mirar con horrorizada anticipación el momento de la combustión) se unen a ellos sin problemas.

En cierto modo, parece más actual que la primera Sherwood, por más profunda que haya sido la resonancia de la original. Esta vez, no es necesario tener ningún recuerdo de un acontecimiento específico, como las huelgas de mineros (que para muchos parecen historia antigua, aunque no lo puedas creer). La última entrega coincide con nuestra creciente ansiedad contemporánea sobre la fragmentación de las comunidades, sobre la alienación, sobre las figuras malévolas que se apresuran a llenar un vacío creado por el desempleo, la pobreza y las necesidades insatisfechas de todo tipo. Estamos en una época de agitación. La nueva Sherwood analiza cómo y por qué llegamos a esta situación. Espero que Julie pueda intentar resolver el problema de nuevo.

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Sherwood se emitió en BBC One y ahora está en iPlayer

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