ABUSO DE DERECHOS HUMANOS

El mundo está presenciando en Afganistán una demostración vívida y dolorosa de lo que sucede cuando los líderes de Washington se engañan a sí mismos con respecto a las amenazas persistentes, la naturaleza de los enemigos de Estados Unidos y la capacidad de poner fin a las guerras simplemente volviendo a casa.

El 14 de abril, ignorando las predicciones de consecuencias nefastas, el presidente Biden anunció que todas las fuerzas estadounidenses partirían el 11 de septiembre, 20 años después del día en que los terroristas yihadistas utilizaron su refugio seguro en el Emirato Islámico de Afganistán para lanzar el ataque terrorista más mortífero de la historia. .

Cuando las fuerzas estadounidenses partieron, los talibanes tomaron la iniciativa y lanzaron una ofensiva contra las ciudades afganas, tomando el control de la gran mayoría de las provincias en 11 días. Las tomas de poder en el norte expusieron el plan de los talibanes, junto con al Qaeda, para aislar y derrocar al gobierno electo en Kabul y subyugar al país bajo su forma brutal de la sharia. La caída de Kandahar el jueves dio a los talibanes una importante victoria simbólica en el centro ideológico del movimiento antimodernista y misógino. La caída de las provincias de Ghazni, Laghman, Logar y Paktia a las puertas de Kabul permitió el desastre que ahora estamos presenciando en la capital.

En las zonas que conquistan, los talibanes llevan a cabo ejecuciones masivas y asesinan a periodistas y a cualquier otra persona que pueda oponerse a su pervertida dictadura teocrática. Los talibanes obligan a las mujeres a “casarse” con terroristas, que las violan, las obligan a llevar el burka y las despojan de los derechos de los que han disfrutado durante casi dos décadas. Hacer un balance de esta catástrofe y determinar qué se podría hacer para limitar el daño requiere un rechazo de la fantasía de Washington y un reconocimiento de la realidad de Afganistán.

En Washington, las fuerzas estadounidenses supuestamente tuvieron que irse para poner fin a una costosa “guerra para siempre”. Pero cuando Biden tomó la decisión de retirarse, no quedaron más de 3.500 soldados estadounidenses en Afganistán. Apoyaban a los afganos que se estaban llevando la peor parte de la lucha, y ni un solo soldado estadounidense había muerto en combate en un año y medio.