Javier Milei asumió la presidencia de Argentina en diciembre. En enero ejecutó sólo el 24% del presupuesto mensual previsto para el abastecimiento de alimentos a los comedores populares. En febrero, el corte estuvo completo.
Cerca de 40 mil comedores –como se llaman las cafeterías o cocinas organizadas por movimientos populares y comunitarios en Argentina– quedaron desatendidas, en un momento en el que el 57% de la población se encuentra por debajo del umbral de pobreza, la peor tasa desde 2002. Las comidas servidas dependen actualmente del financiamiento municipal y estatal , además de donaciones.
Blanca Alfonso es una de las 134.000 personas -la mayoría mujeres- que se despiertan cada día pensando no sólo en la nutrición de sus hijos, sino en la de toda la comunidad. Actualmente trabaja como cocinero en comedor Evita, en Villa Zavaleta, en Buenos Aires, y coordina la cocina de Santino, en la vecina comunidad, Villa 21-24.
“Me levanto llorando para cocinar, sacando fuerzas de donde no las tengo, porque pienso que si a mi hijo le falta comida, le falta comida a otras personas también. Y es triste, porque yo’ He pasado por muchas necesidades y me pongo en el lugar de estas familias y eso me hace feliz. Me duele, me duele. Me duele que nos vean a los de las favelas como animales extraños, pero no somos extraños. ”
Cada día más gente
En febrero, según un estudio del Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), 7 millones de argentinos no tenían recursos para alimentarse adecuadamente. Desde que Milei asumió el cargo, los precios de los alimentos han crecido, en promedio, un 70%. Productos como el arroz, la harina y el pan duplicaron sus precios en apenas tres meses.
Cada día se ofrecen más de 10 millones de comidas en las cocinas populares, según estimaciones del Observatorio Villerosostenido por la organización popular La Poderosa. Pero, a pesar del esfuerzo diario de Blanca y sus compañeros, ya no es posible satisfacer la creciente demanda.
“No es suficiente y cada día llega gente nueva que no se veía en el barrio, que se queda sin casa, sin trabajo y que necesita un plato de comida, o incluso un trozo de pan. ‘Si no “No tengo un plato de comida aunque sea un trozo de pan”, preguntan”, añade Blanca Alfonso.
La profesora Lorena Claudia Corral coordina la cocina Evita, encargada de alimentar a 600 personas en Villa Zavaleta. Con más de 20 años de trabajo comunitario, llama la atención sobre un fenómeno sin precedentes: incluso quien trabaja necesita ayuda. “Incluso si tienen un trabajo, hacen trabajos ocasionales, necesitan ir a la cafetería porque no pueden permitírselo”, dice.
“Tengo una vecina que viene y me dice: ‘Lorena, nunca te pedí ni una barra de pan, pero hoy no nos alcanza, aunque tengo trabajo’. Antes, la persona que trabajaba decía ‘no, no necesito ir a la cafetería’. Hoy en día hay gente que trabaja pero necesita venir porque no tiene dinero”.
Pago congelado
os comedores se consolidaron en Argentina como una respuesta popular a la hiperinflación de finales de los años 1980 y 1990, bajo el gobierno neoliberal de Carlos Menem, y atravesaron varios períodos de crisis apoyadas, con mayor o menor intensidad, por políticas públicas. Pero el recorte absoluto no tiene precedentes.
Para Héctor Ortirz, fundador de la escuela y comedor Pantalón Cortito, en La Plata, es un ataque directo del presidente a las organizaciones populares que operan a diario cocinas, a las que Milei llama “casta”. “Entendimos que la casta era un sector más de la sociedad, no el de los trabajadores más humildes”, contesta.
“Aplica una política que nos deja prácticamente desarmados, sin poder dar respuestas a un sector muy amplio de la sociedad que está sufriendo. La situación es muy grave y conducirá sin duda a una degradación cada vez más complicada”.
Además del suministro de alimentos, el gobierno también afectó la política pública mediante la cual a los trabajadores comunitarios, como los cocineros de Zavaleta y Pantalón Cortito, se les pagaba la mitad del salario mínimo. El Plan Potencializar de Trabajo, creado durante la gestión de Alberto Fernández, dejó de actualizar el valor de los pagos, lo que, ante la inflación argentina, dejó a miles de trabajadores prácticamente sin sueldo.
“No quiere que los pobres nos ayudemos unos a otros. Dice que un plato de comida es secundario. Pero creo que si un niño no tiene comida, no come por la noche, no puede estudiar”. , no puede dormir, porque el hambre no te deja dormir”, lamenta María Isabel Ballesteros, coordinadora de la cafetería Santa Rosa, de la Villa 21/24.
“Además de un comedor, hacemos trabajo social en la comunidad. La gente viene aquí con problemas de drogas, enfermedades graves, violencia de género, muchas situaciones. Tenemos que sacar fuerzas de donde no las tenemos para ayudar a estas personas. No es sólo un plato de comida”.
Contra el hambre, contra Milei
En los primeros días de febrero, ante la falta de alimentos proporcionados por el Estado, el Se sacaron cacerolas vacías a las calles. para protestar contra las “medidas contra el hambre” del gobierno de Milei. Organizados por la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (Utep), cientos de cocineros se manifestaron frente al Ministerio de Capital Humano, en Buenos Aires, donde fueron reprimidos con gas pimienta.
La ministra Sandra Pettovello respondió a la movilización declarando que acogería individualmente a las personas que padecen hambre, pero que no aceptaría el diálogo con las organizaciones que lideran la lucha. comedores. “¿La gente tiene hambre? Ayudaré a las personas que tienen hambre una por una, pero no a los representantes”.
La reacción de los cocineros ante el corte de insumos fue reprimida en las calles de Buenos Aires / Télam
“Hubo un momento en que salimos a la calle y al menos tuvimos una respuesta. Hoy no. Hoy no hay respuesta del gobierno. Nadie nos recibe, aunque sea para decir ‘no, no lo damos'”. ‘”, explica Lorena, de la cocina popular Evita.
En respuesta a la provocación del ministro, cuatro días después de la primera protesta, alrededor de 10 mil personas hicieron fila frente al Ministerio con documentos en mano. Cuando la línea ya ocupaba 30 cuadras, la ministra cumplió su compromiso al firmar un convenio directo entre el gobierno y una iglesia evangélica para abastecer de alimentos a una red de comedores vinculado a una fundación religiosa.
“Este gobierno trabaja con portavoces, redes sociales, medios de comunicación, pero nadie nos recibe”, lamenta Lorena.
Otros siguieron movilizaciones en todo el país, incluso después del anuncio del llamado “protocolo Bullrich”, anunciado por la ministra de Seguridad y tercer lugar en las elecciones presidenciales del año pasado, Patricia Bullrich, para prohibir manifestaciones populares que impliquen bloqueos de vías públicas. Al momento de publicación de este informe, el comedores continúan sin recibir alimentos del gobierno federal.
Fila de trabajadores frente al Ministerio de Capital Humano protestan contra recortes en comedores populares / Télam
“Es una política de hambre”, resume Héctor, de comedor Pantalon Cortito, que atiende a unas 400 personas, pero tiene una demanda de 1.500 comidas al día.
“El hambre es un delito. Esto es específicamente lo que está pasando aquí. El hambre es un delito, y sin duda, acompañado de falta de medicamentos, acompañado de falta de recursos y acompañado de alimentos, está ocurriendo una verdadera tragedia”, afirmó. resume.
Montaje: Rodrigo Durão Coelho