La supuesta participación de cuatro tayikos en un ataque mortal en Moscú ha sacudido a la sociedad tayika, poniendo de relieve los riesgos que plantea el legado yihadista de Asia Central.
Las cinco ex repúblicas soviéticas de la región, encabezadas por Tayikistán, han tenido miles de ciudadanos que fueron a Siria e Irak en la década de 2010 para luchar por el grupo Estado Islámico (EI).
“Esta es una gran tragedia para nuestro país”, dijo el artista Daniel Rustamov refiriéndose al ataque de Moscú en la capital, Dushanbe.
Rustamov teme que “unos pocos criminales perjudiquen a todo el pueblo tayiko” y que “los tayikos sean perseguidos en Rusia”, donde millones de ellos trabajan para alimentar a sus familias en sus países de origen, en un contexto de creciente retórica antiinmigrante.
Tayikistán, hogar de 9,7 millones de habitantes, hizo de la lucha contra el terrorismo una prioridad después de haber sido golpeado por una guerra civil entre 1992 y 1997 que involucró a combatientes islamistas.
Los enfrentamientos transfronterizos desde Afganistán que involucran a grupos yihadistas continúan azotando al país montañoso, que también ha sufrido varios ataques reivindicados por el EI.
Desde el regreso de los talibanes al poder en Afganistán en 2021, Tayikistán ha sido uno de los principales críticos del régimen, preocupado por la posible difusión de su ideología. En Afganistán viven varios millones de tayikos étnicos.
Dushanbe ha destacado periódicamente el aumento de la actividad yihadista a lo largo de su frontera con Afganistán y ha organizado ejercicios antiterroristas con los ejércitos ruso y chino.
Los tayikos apoyan a su “hermano pueblo ruso… los terroristas no tienen nacionalidad”, afirmó el presidente Emomali Rahmon en un mensaje oficial difundido por los medios de Tayikistán.