Al principio, a Xiong Yijie se le prohibió salir de su complejo residencial. Ahora ni siquiera puede salir de su apartamento.
El residente de Shanghai está confinado en su hogar mientras la ciudad lucha contra un brote de virus con un bloqueo de dos fases que comenzó el lunes en el distrito financiero de Pudong, donde vive Xiong.
Xiong, de 28 años, dijo que programa su alarma a las 6 a. m. todas las mañanas para poder pedir verduras en línea, pero el sistema se satura de pedidos y las existencias se agotan en cuestión de minutos.
“Básicamente no puedo comprar vegetales ahora”, dijo.
El brote, impulsado por una subvariante conocida como “omicron sigiloso”, está poniendo a prueba la estrategia de tolerancia cero de China, que ha minimizado los casos y las muertes en comparación con países como Estados Unidos mediante una combinación de pruebas masivas, rastreo de contactos, cuarentena y bloqueos. Pero si bien los expertos en salud dicen que Beijing eventualmente tendrá que encontrar una manera de “vivir con Covid”, no parece tener prisa.
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Desde el 1 de marzo, China ha informado de casi 90.000 contagios en todo el país, así como de sus primeras muertes por covid-19 en más de un año. Si bien es bajo para los estándares globales, China no ha visto tales números desde el comienzo de la pandemia.
El brote está impulsando ajustes graduales en la política por parte de funcionarios conscientes de una población y una economía que ya están al límite por dos años de restricciones. Eso se subrayó este mes cuando el líder chino, Xi Jinping, dijo a los altos funcionarios que deben seguir comprometidos con la prevención y el control del virus y, al mismo tiempo, minimizar sus efectos en la segunda economía más grande del mundo.
Los funcionarios del continente también desean evitar que se repita lo que sucedió en el territorio chino de Hong Kong, donde un reciente brote de omicron produjo imágenes impactantes de bolsas para cadáveres en los pasillos de los hospitales y pacientes con covid-19 en camillas en los estacionamientos. La mayoría de las muertes se han producido entre los residentes de Hong Kong de 80 años o más, que tienen tasas de vacunación obstinadamente bajas, una situación que se refleja en China continental.
Beijing está afinando su enfoque basándose en las lecciones aprendidas en Hong Kong y en otros lugares que han tratado con omicron, dijo Heiwai Tang, profesor de economía de la Universidad de Hong Kong.
“Ahora saben que esta es una ola muy fuerte y que las medidas tradicionales de control del virus pueden no ser efectivas”, dijo.
Este cambio se ha reflejado en la forma en que las autoridades han respondido a los brotes en las principales ciudades como Shanghái y Shenzhen.
En lugar de un cierre total de la ciudad, Shanghái está programado para cerrar durante cinco días en cada una de sus dos secciones principales mientras los residentes se someten a pruebas masivas. El gobierno local ha prometido desgravación fiscal y otras medidas para “optimizar el entorno empresarial”.
La ciudad de 26 millones reportó casi 6.000 nuevas infecciones el miércoles, dijo la Comisión Nacional de Salud, casi todas asintomáticas.
Shenzhen salió de un cierre de una semana durante el cual algunas fábricas, incluido el proveedor de Apple Foxconn, pudieron operar bajo acuerdos de circuito cerrado que requerían que los empleados permanecieran en el sitio.
“Los bloqueos serán parciales y durarán un período de tiempo mucho más corto y serán más precisos”, dijo Tang.