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Estos movimientos pueden ser divertidos y enriquecedores, pero el superfandom financiero puede volverse tóxico rápidamente. Me preocupa que las mismas fuerzas que disminuyen la política moderna (divisiones partidistas, desconfianza generalizada, cámaras de eco en las redes sociales, desinformación, cultura de cancelación y teorías de conspiración) se están filtrando en el mundo de las inversiones, donde están deformando la asignación de capital, inflando una serie de burbujas y desafiar la capacidad de los reguladores para proteger a los inversores y los mercados.