Una característica de la gran literatura es estar por encima del tiempo sin ser de ningún modo atemporal. En la novela de Theodor Storm El jinete pálido es una –digamos– ambigüedad productiva la que garantiza esto. El jinete fantasma no sólo flota silenciosamente sobre el dique, sino que la narrativa también flota por encima de niveles tangibles de significado. ¿La arrogancia de quienes creen en el progreso está en la persona del tenaz jefe del dique Hauke ​​Haien cavando aquí una tumba de agua? ¿O los aldeanos atrasados, liderados por el gran granjero Ole Peters, están arruinando una vida mejor a través del oscurantismo? es un poco leído Jinete gris
hoy como un comentario temprano sobre las discusiones sobre la política no-Covid o la disputa muy actual sobre quién arruinó la transición energética y dónde. Y eso es lo más destacado: no hay una respuesta clara. No sabemos si el plan de Haien para un dique moderno y estable habría funcionado si no hubiera sido frustrado a mitad de camino por los pensadores laterales alrededor de Ole Peters.