En cierto sentido, la reforma es bienvenida. Cambiar los relojes dos veces al año, una política adoptada durante la Primera Guerra Mundial para conservar la electricidad, es perjudicial para el sueño y la salud de las personas. Se ha asociado con un aumento de ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares y trastornos del estado de ánimo; un aumento en los accidentes automovilísticos matutinos; y malestar generalizado, lloriqueo e infelicidad. Según una estimación, el cambio de hora le cuesta a la economía unos 434 millones de dólares al año.
Seguir con la misma hora todo el año, entonces, seguramente tendría sentido. Pero, ¿por qué elegir el horario de verano sin considerar por un momento la alternativa?
El tiempo estándar está mejor alineado con la posición del sol y la naturaleza humana. Por lo general, sincroniza el despertar de las personas con el amanecer y la hora de acostarse con la oscuridad, de acuerdo con los ritmos circadianos. También permite a niños y adultos ir a la escuela y trabajar durante el día.
DST efectivamente hace lo contrario. Al aumentar la exposición a la oscuridad de la mañana y la luz de la tarde, cambia los relojes biológicos más tarde en el día y dificulta despertarse por completo o quedarse dormido con facilidad, un peligro particular para los niños. Tener que estar en la escuela o en el trabajo demasiado temprano conduce al “jet lag social”, que se asocia con un mayor riesgo de obesidad, enfermedades cardíacas y depresión. En cuanto a la conservación de energía, ¿la razón original? Los estudios sugieren que DST puede, de hecho, hacer lo contrario.
Por supuesto, DST tiene sus beneficios. Algunas empresas, como los operadores de campos de golf y las tiendas minoristas, pueden preferir brindarles a los clientes una hora adicional de luz solar en su camino a casa desde el trabajo. (Las cafeterías pueden sentirse de manera diferente). La luz del día adicional también parece estar asociada con una disminución en los robos y los accidentes automovilísticos nocturnos. Y muchas personas simplemente prefieren la luz adicional de la tarde: de hecho, una sólida pluralidad de estadounidenses ahora dice que quiere que el horario de verano sea permanente.
Tal vez no recuerden lo infelices que estaban todos la última vez que el Congreso impuso el horario de verano durante todo el año, durante el embargo petrolero de principios de la década de 1970. Aunque el cambio fue popular al principio, los amaneceres tardíos en pleno invierno pronto pesaron en la mente de las personas. El ahorro de energía resultó insignificante. Las historias sobre niños heridos o muertos en accidentes mientras caminaban a la escuela en la oscuridad ganaron atención nacional. El apoyo a la iniciativa se desplomó 37 puntos porcentuales en solo tres meses. El Congreso pronto cambió de rumbo por completo.
Ahora corresponderá a los legisladores de la Cámara determinar una vez más el destino del horario de verano. Antes de repetir un experimento fallido, deberían reducir la velocidad y arrojar más luz sobre este debate.
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