Carta de amor a Kervaëdia | Balistrado

Señora,

Gasto mi último aliento bajo una herida mortal, y es con este aliento que te amo. Tus besos han repelido el ímpetu de los spleens y la soledad. Tus besos han entorpecido la marcha del tiempo. El ayer aún no ha terminado para nosotros, terminó en tus labios.

Sé mi claro de luna, que el amor no está exento de cortes y que vivir lo que vivimos da la impresión de soñar. Y que aquí, los dulces sueños tienen el culto de los malos augurios. Pero señora, no tenga miedo de lo bello. Mientras exista el cerco de nuestros brazos para abrazarnos, no puede haber falla en tal muro de amor y ternura. Mientras existan nuestros cuerpos para unir nuestras almas con la carne, ni la razón ni el tiempo podrían deslizarse a través de nosotros. Además, son dos cartillas que no entienden nada del amor, una nos impide soñar y nos aprisiona, la otra hace que la felicidad pase demasiado rápido y nos empuja demasiado rápido hacia la muerte. Pero, luz de luna mía, amémonos, amémonos fuerte, tan fuerte para que la eternidad se abra bajo el peso de nuestros corazones. Y a partir de ahí, podremos sacar del infinito lo que el tiempo y la razón nos habrán robado.

Amor mío, te prometo que tus primeras arrugas serán las de tu sonrisa, será el destino de la felicidad. Te prometo que mi alma arderá de amor por ti porque Hefesto nunca habrá visto un volcán así.

Y que, por la grandeza de las emociones, todas las cerraduras de mi corazón saltarán y que mañana mucho más que hoy, Kervaëdia TE AMARÉ con alma y libre púlpito. TE AMO.

Brice de Kervens