No hay justificación para el asesinato. Excepto en los casos en que sea para proteger la propia vida o la vida de seres queridos que se encuentren en peligro. Por supuesto, el argumento de una amenaza a la propia vida sería imposible de utilizar, dadas las imágenes de las cámaras de seguridad, la ventaja física del acusado y el hecho de que el asesino y la víctima se encontraban en un territorio completamente bajo el control del hombre, donde tenía poder completo. Todo lo que pudo hacer en el juicio fue recurrir a las viejas actitudes patriarcales con la esperanza de manipular al jurado.
Si te parece que ninguna persona en su sano juicio pensaría que el asesinato puede ser “merecido” si te comportas “mal”, entonces lee las palabras que me escribió una mujer que también está siguiendo el proceso: “Tengo una hija. Embarazada de mi segundo. Tengo mucho miedo por ellos… Incluso mi marido dijo que los hombres no matan por nada, algo debe haber hecho ella. Ahora odio mirar en su dirección. Aterrador”.
De hecho, lo aterrador es que el discurso del acusado del tercer día se basó en cierto conocimiento de qué línea de defensa tiene posibilidades de responder en la conciencia patriarcal. Muchos de nosotros en algún momento quisimos pensar que Kuandyk Bishimbayev era un enfermo mental. Así se defendió nuestra psique ante el mal. Pero el horror de la situación es que el acusado es un hijo sano y lógico del sistema, un beneficiario de un país en el que florece la corrupción, donde las mujeres son privadas de sus derechos, donde la violencia doméstica aún no ha sido criminalizada. Mientras las siguientes circunstancias puedan mencionarse durante horas en el discurso de un acusado, sin ser interrumpidas por las palabras del juez “esto no es relevante para la esencia del caso”, todas las mujeres del país seguirán en peligro. Cada mujer.
1. Bebió alcohol.
2. Usó lenguaje obsceno.
3. Tuvo una relación antes que él, lo que le provocó celos.
4. Me atreví a dejarlo 12 veces.
5. Ella lo volvió loco con su “agresión”.
6. Recibió regalos de él.
7. Estaba “histérica”.