DProfundamente psicogeográfica, esta colección de cortometrajes documentales de la plataforma de transmisión True Story deambula por espacios antiguos y nuevos, y por continentes. Los recuerdos personales y públicos se entrelazan, creando retratos de cómo los seres humanos interactúan con su entorno y viceversa.
Las pantallas nocturnas Shānzhài Screens de Paul Heintz es un estudio meditativo de los espacios urbanos liminales, filmado en un distrito chino que se especializa en reproducciones de bellas artes. Los marcos rectangulares pueblan la pantalla, desde ventanas parpadeantes de apartamentos, videollamadas apresuradas hasta infinitas réplicas de los girasoles de Van Gogh. La autenticidad es esquiva y reina la soledad.
Igualmente intrigantes, aunque algo más ligeras, son Burning Land de Juan Camilo Olmos Feris y Beyond the North Winds: A Post Nuclear Reverie de Natalie Cubides-Brady. Filmada en el norte de Colombia, la primera es sorprendentemente cíclica: comienza con el lavado silencioso de los toros premiados, luego se sumerge directamente en la energía maníaca de sus luchas, solo para terminar con un silencio atónito. Se derrama sangre, pero la violencia también une a la comunidad. En contraste, el corto de Cubides-Brady tiene la sensación de un horror popular. Después de la desaparición de un investigador ficticio, la película explora los hechos y la historia que rodean a la central nuclear de Dounreay en Escocia. Si bien los elementos ficticios resultan ser una muleta, el corto de 16 mm es visualmente fascinante, ya que ve la estación como una cosa de terror y belleza.
Concrete Forms of Resistance de Nick Jordan es el trabajo más convincente de esta selección. Centrada en el proyecto de Feria Internacional abandonado y ruinoso de Oscar Niemeyer en Trípoli, Líbano, esta maravilla arquitectónica ocupa el 8% del área de la ciudad, y es hermosa pero siniestra; sus paredes muestran las marcas de bala donde los pelotones de fusilamiento sirios llevaron a cabo ejecuciones durante las décadas de conflicto civil del país. Originalmente concebido como un espacio comunitario y pacífico, el complejo se convierte en un monumento inconsciente pero resistente a las guerras, los disturbios y ahora la crisis climática.