Érase una vez una columnista de tecnología que compró una impresora de $ 150 con un número de modelo tan largo que ahora es su contraseña bancaria.
Los dos vivieron tan felizmente como un impresor y un humano podrían hacerlo. Sacó el papel atascado de sus rodillos, llegó a comprender sus gruñidos esporádicos y lo alimentó con cartuchos de color de 40 dólares, aunque en realidad solo imprimía etiquetas FedEx en blanco y negro.
Casi cinco años después, cuando la impresora estaba en sus últimas etapas, hizo los cálculos. Había gastado $ 1,200 en tinta, ocho veces el costo de la impresora.
Ahí está, mi triste historia de cómo perdí ante una de las mayores raquetas de la industria de la tecnología: impresoras de inyección de tinta baratas con costosas recargas de tinta.
La solución no es dejar de comprar impresoras. De hecho, necesitamos impresoras más que nunca. Desde que vive la vida del trabajo desde casa (que pronto será la vida laboral híbrida), las compras de impresoras han aumentado. Durante los primeros nueve meses de la pandemia, las ventas minoristas de impresoras en dólares aumentaron un 51% en comparación con el mismo período del año anterior, mientras que las ventas unitarias aumentaron un 8%, según NPD.
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