La decisión del presidente Biden de retirar todas las fuerzas militares de Afganistán, en contra de un buen consejo militar, volverá a atormentar a la nación y al mundo, como sucedió en Irak en 2011.
A sólo unos meses se cumple el vigésimo aniversario del 11 de septiembre, cuando casi 3.000 estadounidenses murieron a manos de terroristas de Al Qaeda entrenados y dirigidos por Osama bin Laden desde Afganistán. Seguramente deberíamos haber aprendido que permitir que los islamistas radicales se refugien para planear ataques contra Estados Unidos y sus aliados no es prudente. Si hubiéramos destruido el refugio de Afganistán después de los ataques a dos embajadas estadounidenses en África (1998) y al USS Cole (2000), es poco probable que hubiera ocurrido el 11 de septiembre. Los militares y la comunidad de inteligencia entienden esto, por lo que ambos recomiendan mantener una fuerza antiterrorista residual en Afganistán.
En los próximos meses y años, el gobierno afgano en Kabul perderá influencia en todo el país de forma lenta pero segura. Los iraníes comenzarán a dominar el oeste de Afganistán y los talibanes comenzarán a gobernar la región sur del país. La vieja Alianza del Norte se reorganizará. El este de Afganistán estará bajo el control de la red Haqqani, una empresa criminal designada por el Departamento de Estado como organización terrorista extranjera. Los elementos de ISIS y Al Qaeda esparcidos por Afganistán explotarán el caos.
Sin presencia militar estadounidense o de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, será cada grupo para sí mismo. Imagínese subcontratar nuestra seguridad nacional a los talibanes. Esperar que los talibanes vigilen a Al Qaeda e ISIS es como pedirle al zorro que cuide el gallinero. Es solo cuestión de tiempo antes de otra guerra civil. Todo esto puede evitarse manteniendo una pequeña fuerza antiterrorista de Estados Unidos y la OTAN para ayudar al ejército afgano y continuar presionando a las partes para que encuentren soluciones políticas al complicado mosaico de problemas en Afganistán.
El presidente Biden no puede decir que no fue advertido. Las comunidades militares y de inteligencia muchas veces han hecho sonar la alarma sobre los riesgos asociados con una retirada incondicional y el caos que probablemente resultará. La decisión de dejar un pequeño contingente de fuerzas estadounidenses en Afganistán fue bipartidista. Las tropas de 2500 a 5000 en discusión representan una reducción del 95% en la fuerza de las tropas desde el apogeo de la participación estadounidense en 2011.
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